La crisis del 2008 se inició con una crisis de crédito e inmobiliaria que desencadenó una crisis bancaria que llevó a las entidades financieras a restringir el crédito a un sector empresarial que, debido a su elevado endeudamiento, no pudo atender sus obligaciones.
Sin embargo, la realidad actual es distinta: el sistema bancario está en otra situación, el BCE ha reaccionado de forma mucho más contundente de lo que lo hizo en la crisis anterior y nuestras empresas tienen un endeudamiento muy inferior. No obstante, no debemos confiarnos hablando de recuperaciones en forma de “V”, dado que hay riesgos que en la crisis anterior no teníamos y ahora sí y, además, hay factores “propagadores” de la crisis que podrían activarse, de nuevo, y llevarnos a un escenario económico en forma de “L”.
Entre los riesgos que tenemos en el escenario actual queremos destacar el hecho de que todos los países de nuestro entorno están sufriendo la crisis como nosotros, de forma que el sector exterior no va a ser el “driver” de crecimiento que tuvimos en la anterior crisis. Y entre los factores “propagadores” tenemos que hacer especial mención a los impagos que irán llegando al sistema: el Ministro de Justicia advirtió ya hace unas semanas del “alud” de concursos de acreedores que se esperan.
Por todo ello hay que actuar ya, y necesitamos pasar de las medidas para la “hibernación” a las medidas para la reactivación, la “V” no es automática, sino que requiere medidas concretas. Estas medidas debieran girar en torno a 3 grandes objetivos:
1) En primer lugar minimizar el desempleo, lo cual sólo se consigue dando confianza y certidumbre a los agentes empresariales nacionales y extranjeros (necesitamos la inversión exterior)…, justo lo contrario de lo que ha pasado en estas últimas semanas.
2) En segundo lugar canalizar adecuadamente la inversión y el gasto públicos hacia la economía real, con planes claros de reactivación para aquellos sectores y agentes que son realmente estratégicos para nuestra recuperación.
3) En tercer lugar, velar por el acceso a la financiación de los agentes empresariales, sobre todo de las pymes y los autónomos, complementando a la banca.
El debate ahora no debe ser el político/ideológico, sino el económico, y el reloj está ya en marcha.